Ayer , y con trámite parlamentario “superexpress”, la Cámara de Diputados convirtió en ley la expropiación de la imprenta Ciccone que tiene, en un océano de interrogantes sin respuesta, una certeza: constituye el intento oficial de liquidar un oscuro asunto que salpica con responsabilidades al núcleo del poder político de la Argentina.
Las reacciones de los seguidores del Gobierno fueron de dos tipos. Una pasiva, la de infinidad de dirigentes notorios del justicialismo y sus aliados que con su silencio vergonzante orillaron la complicidad.
Otra, de naturaleza activa, tuvo tres versiones: la primera por parte de funcionarios y legisladores que,cual cirujas de la ideología, recurrieron a una pretendida argumentación progresista con la presunta recuperación de la “soberanía monetaria”. Otros se escudaron en la frase típica de los noventa por la cual “todo está en manos de la justicia y a eso nos atendremos”. La última versión del mismo tipo estuvo a cargo de los propagandistas que acudieron, como era de esperar,a la demonización por la “agresión mediática del monopolio”.
Es ahí que me acorde de Jacobo Timerman que una tarde de primavera en un café de la Plaza de San Telmo me contó su respuesta, en una reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, a los propagandistas de la dictadura que negaban el terrorismo de estado y proclamaban que los argentinos éramos derechos y humanos. Les dijo “ pero si no les piden tanto”.
Una pregunta pertinente aquí y ahora es: le pedirán tanto a los que, tan entusiastamente, niegan lo evidente?