La íntolerancia se cobró una víctima fatal. Otra vez en nuestra vida democrática. Todo el arco político reaccionó, como es de esperar, repudiando el hecho y reclamando la identificación de autores materiales y responsables políticos. También, por cierto, la UCR con una Declaración institucional y, a través de entrevistas periodísticas concedidas, por el Presidente del Partido, Ernesto Sanz.
La tarea judicial, en tanto, parece avanzar a paso seguro y la fiscal a cargo decidió separar a la Policía de las responsabilidades de investigación.
Ahora bien, en el plano político, ¿ tiene sentido preguntarse cuánta influencia tiene, en los episodios que padecimos, la ausencia de democracia interna en el Justicialismo y en el Movimiento Obrero?
Efectivamente, es legítimo hacerlo porque la falta de representación de las minorías las obliga a recurrir a la movilización como único recurso para hacer oir su voz y, muchas veces, los que monopolizan la representación sindical reaccionan con violencia. En el Justicialismo, Partido que la única vez que los afiliados participaron en la elección de su candidato a Presidente fue hace veinte años como resultado del impulso democratizador de Alfonsín, cuando algún dirigente expresa una disidencia, la probabilidad de que ocurran en su distrito problemas impensados aumenta de manera significativa.
Por ello – además de abandonar su lenguaje blindado, agresivo y provocador- el Gobierno debe cumplir los acuerdos internacionales y los preceptos constitucionales para garantizar, efectivamente, la democracia sindical.
Los argentinos no se merecen seguir viviendo como rehenes de la violencia. Tampoco, como señaló Sanz, de las amenazas de Hugo Moyano, Secretario General de la CGT y, al mismo tiempo, titular del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires.