Raúl Alfonsín, contra lo que muchos creen, sólo había visto a Ernesto Sábato un par de veces antes de pedirle que integrara la CONADEP, pero sabía de su compromiso con la causa del género humano que lo llevó, a mediados de la década del treinta, a desistir de una estadía en la URSS como alumno de la escuela de cuadros leninistas reservada a selectos miembros del movimiento comunista internacional, en rechazo a los Procesos de Moscú y los crímenes Stalinistas.
El mismo compromiso que, a pocos semanas del golpe de 1955, lo llevó a decir en un reportaje en Radio Nacional pensado para hablar de literatura: “ No puedo hablar de ningún tema literario mientras a poca distancia de aquí, en la cárcel de Las Heras, se está torturando a militantes peronistas”.
Por eso, el Presidente Alfonsín – según cuenta Julia Constenla en su libro Sábato el hombre.Una biografía del año 1997,prologado por Monseñor Justo Laguna- dijo que: “ El 20 de Setiembre de 1984, cuando los miembros de la CONADEP me entregaron el informe en una sencilla ceremonia que duró tan sólo veinte minutos, fue uno de los días más importantes de mi vida. No tengo ni tendré nunca palabras para agradecer a las mujeres y hombres de diferentes ideas, culturas, religiones, que aceptaron el desafío de hundirse en el espanto”.
Ese agradecimiento corresponde que sea, por cierto, de todos lo hombres y mujeres de buena voluntad que habitan el suelo argentino.