A propósito de algunas dificultades locales pero sobre todo a causa de las crisis políticas en México, Brasil, Italia y España, me preguntó un periodista si la política estaba haciendo agua para resolver los problemas de la sociedad.
La capacidad o incapacidad para brindar soluciones está en cómo se conduce la tensión entre dos procesos que han distinguido los asuntos globales en las últimas décadas: globalización y democratización; si bien hay más estados democráticos que nunca antes en la historia, su imperio para determinar conductas se ve acotado por el funcionamiento del capitalismo a escala global.
Cuando una sociedad afectada por la insatisfacción se cierra en sí misma, puede amanecer con respuestas populistas. En el caso de Europa, las expresiones suelen venir acompañadas de xenofobia y nacionalismo, lo cual exacerba el aislamiento.
El camino alternativo es el de construir instancias globales supra-estatales capaces de gobernar esa globalización.
Por eso creo en la utilidad, necesidad y eficacia de las herramientas globales institucionales, tales como el G20 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), temas sobre los cuales me he expresado en entradas anteriores (Usemos al G20, Datos matan espejitos, El triple desafío del desarrollo).
La semana pasada se realizó en la sede central de la AGN una seminario internacional muy interesante sobre igualdad de género con foco en el ODS 5: lograr la igualdad de géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.