Relevamiento de la cuenca Matanza- Riachuelo realizado por drones de la Auditoría General de la Nación
La contaminación del río Matanza-Riachuelo -que se viene acumulando desde hace más de dos siglos- ha sido identificada como una de las diez peores amenazas tóxicas del planeta. Una de las fuentes de contaminación más importantes es la de origen cloacal, provocada por la insuficiente extensión de la red, la falta de tratamiento de los vertidos y las conexiones clandestinas de las industrias. Los vertidos industriales representan el otro gran foco contaminante, reflejado en la presencia de mercurio, zinc, plomo y cromo en niveles muy superiores a los permitidos, así como rastros de insecticidas, cianuro, cadmio, fenoles y otros compuestos químicos.
El problema es de magnitud no sólo por la cantidad y peligrosidad de elementos tóxicos presentes en el agua sino porque -con una superficie de 2.200 km- la contaminación afecta la salud y la calidad de vida de más de cinco millones personas.
Algunos de los vecinos afectados se organizaron y realizaron, en 2004, una demanda al Estado Nacional y a los gobiernos de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, haciendo valer su derecho a un ambiente sano. En 2008, la Corte Suprema de Justicia de la Nación sentenció a las tres jurisdicciones demandadas a limpiar el Riachuelo.
Este año se cumple el décimo aniversario de ese fallo histórico y la Corte Suprema realizó el lunes pasado una audiencia pública para evaluar el grado de cumplimiento de la sentencia.
La Auditoría General de la Nación, encargada del seguimiento económico-financiero del plan de saneamiento, había aprobado la semana anterior una serie de informes sobre el ejercicio 2016 de ACUMAR. También sobre AySA, la empresa estatal de agua, uno de los actores de mayor peso en el logro de los objetivos de limpieza del Riachuelo.