En la última década, mientras en la Argentina caían las reservas comprobadas de petróleo y gas y, también, la producción de petróleo, en Brasil las tasas de crecimiento para los mismos conceptos eran de más del 50 %.
Una explicación válida para ese recorrido tan distinto es que la Argentina privatizó YPF, desde una perspectiva estratégica tal vez la peor decisión de Menem que lo hizo acompañado – bueno es recordarlo- por su Partido, sus legisladores, la dirigencia gremial y sus gobernadores, Kirchner incluido .
Hoy, con la capitalización récord de 67 mil millones de dólares, Petrobras se convierte en la segunda empresa, por su valor de mercado, de América.
Ese desempeño de Petrobras fue posible, entre otras cosas, porque la Constitución reformada en 1994 abrió las puertas a una política energética, compartida por los Gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y Lula, caracterizada por la existencia de una empresa estatal, pero abierta a los accionistas privados. Como se ve, el capitalismo competitivo puede producir resultados positivos mientras que el capitalismo de amigos, siempre, asegura resultados desfavorables para el interés nacional. De allí que resulte necesario la definición de una estrategia energética de largo plazo, técnicamente eficiente y, además, políticamente viable