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Sudáfrica: Apartheid y Nunca Más

Hasta el año 1992, en Sudáfrica sólo tenían derechos políticos los blancos. El régimen segregacionista iniciado en 1948 que consagró el apartheid tuvo, por cierto,  el apoyo de las dictaduras de los países de la región de América Latina hasta que la democracia instaurada en la Argentina con el Presidente Alfonsín, aún en el contexto de la Guerra Fría, rompió relaciones con el régimen de Pretoria.

El primer Presidente de Sudáfrica libremente elegido, Nelson Mandela, creó una Comisión  de Verdad y Reconciliación presidida por el Premio Nobel Desmon Tutu para afrontar los desafíos que, para la nueva etapa democrática, significaba  la historia de represión y violencia del país.

Es, como me dijo para una investigación que hice sobre el impacto de la democratización argentina en la transición democrática chilena el Dr José Zalaquett -que fuera Jefe del Comité Ejecutivo Internacional de Amnesty International-, una derivación de la importancia muy visible y simbólica de la CONADEP  de Argentina en las alrededor de treinta comisiones de la verdad que se constituyeron, entre otros países, en Chile, Perú, Guatemala y El Salvador.

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A 40 años del Surgimiento de Montoneros

Hoy se cumplen 40 años del secuestro seguido de asesinato, que unos pocos insisten en llamar “ajusticiamiento”, de Pedro Eugenio Aramburu que, tanto Clarín como Perfil, recuerdan  en sus ediciones del día en lo que constituye el acta de nacimiento y, al tiempo, bautismo de fuego de la organización político-militar Montoneros.

La  llamada Operación Pindapoy por la organización Montoneros – en ese entonces compuesta por una docena de integrantes entre los que se contaban algunos  con  oscuros orígenes ideológicos en el rancio nacionalismo integrista que admiraba el falangismo español- terminó por conformar un grupo de profesionales de la violencia que reconocían la vigencia de una “ciencia militar”, según documentos de su Conducción Nacional.

La saga de los Montoneros ha sido extensamente analizada en los años recientes luego del pionero ensayo de Pablo Giussani “Montoneros: La Soberbia Armada”. El texto, comentado por Ernesto Sábato como “un libro de trascendencia histórica, conmovedoramente honrado, admirablemente escrito”, demuestra que – más allá del declaracionismo  izquierdista- las inclinaciones, estilos y creencias ideológicas de los Montoneros  pertenecen inconfundiblemente al acervo cultural de la derecha.

A estas alturas no importa tanto si como recuerda Richard Gillespie en su libro “ Montoneros: Soldados de Perón” , citando el diario catalán La Vanguardia del 5 de Agosto de 1970, el jefe Montonero Mario Firmenich realizó veintidós  visitas al Ministerio del Interior de la dictadura durante los meses de Abril y Mayo de 1970.

Tampoco es demasiado relevante si el propio Firmenich era colaborador de los servicios de inteligencia argentinos como informa Martin Andersen, en “Dossier Secreto: El Mito de la Guerra Sucia”, con datos obtenidos de diplomáticos estadounidenses  acreditados en Buenos Aires.

Sí, en cambio, es pertinente admitir que el asesinato de Aramburu contribuyó de manera decisiva a la espiralización de la violencia política,  que alcanzó en la Argentina el paroxismo con el golpe de Marzo de 1976 cuando se institucionalizó  plenamente el terrorismo de Estado, anticipado por la Triple A durante el tercer Gobierno Peronista . 

En ese golpe todos los actores políticos – partidos, sindicatos, medios de comunicación, nucleamientos empresarios, fuerzas espirituales y organizaciones guerrilleras – tuvieron una cuota de participación más o menos comprometida.

¿ Y cual fue la de los Montoneros? Escuchemos de  la propia boca de su  Comandante  Mario Firmenich en un reportaje, a bordo de un avión que cruzaba el Atlántico, a Gabriel García Márquez: “ A fin de Octubre de 1975, cuando todavía estaba el Gobierno de Isabel Perón, ya sabíamos que se daría el golpe dentro del año. No hicimos nada para impedirlo porque, en suma, el golpe formaba parte de la lucha interna en el Movimiento Peronista. Hicimos, en cambio, nuestros cálculos, cálculos de guerra, y  nos preparamos a soportar, en el primer año, un número de pérdidas  no inferior a mil quinientas bajas”.

No es posible reclamar más precisión ni claridad, verdad?

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Política

La Revolución de Mayo y el Radicalismo según Raúl Alfonsín

Sylvia Ruiz Moreno participa de la construcción del Foro de Historiadores Radicales que estamos organizando en el Comité Nacional y preparó un muy interesante trabajo sobre La Influencia de la Revolución de Mayo en la Historia del Radicalismo.

De allí  extraigo un documento muy valioso: el  Discurso del Presidente Alfonsín ante la Asamblea Legislativa de la República Oriental del Uruguay el 25 de Mayo del año 1987 donde afirma que ese día es “ nuestra principal fecha patria común para uruguayos y argentinos” y agrega que “ Artigas no se comprende sin el 25 de Mayo y el 25 de Mayo no se comprende sin Mariano Moreno”

En esa  condición de herederos de un patrimonio común es que se puede entender, tal vez, la presencia sin complejos del Presidente Mujica en la conmemoración  del Bicentenario en la  Ciudad de Buenos Aires.

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Lección

Nunca entendí las razones por las que el entonces Gobernador Kirchner calificaba a Carlos  Menem como el Presidente que, desde Juan D. Perón, más había ayudado a los habitantes de la Patagonia. Ayer, gracias al “mapping” sobre el Cabildo,  pude entender un poco más ya que me enteré que  el Indulto/Insulto a los Comandantes era producto de la generación espontánea y no un Decreto del admirado Presidente del Gobierno Justicialista de los noventa.

Tiene razón Eduardo Aulicino cuando presenta al videoclip como “lineal” e “incompleto y parcial”.

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En Argentina doscientos años no es poco tiempo

En los inicios de la década de los noventa, cuando la prensa del mundo analizaba las consecuencias de la implosión de la Unión Soviética,  leí la misma cita  atribuída a dos personas distintas: a Francois Furet, el académico francés experto en la Revolución de 1789, y al líder chino Den Xiaoping, el arquitecto del inicio de las reformas económicas en su país.

El concepto, que cito de memoria, decía  que “ doscientos años son insuficientes para analizar el impacto de la Revolución Francesa  en el desarrollo histórico”. 

Es probable que esa noción sea válida desde la perspectiva de un historiador francés y un dirigente político chino, pero no parece apropiada para el análisis del significado de la Revolución de Mayo en la Argentina y justifica el despliegue que, entre otros, Clarín, La Nación y Página 12 le dedicaron.

De lo que pude leer, uno de los trabajos que más  me atrajo fue el artículo que Daniel Larriqueta publicó  el pasado miércoles 5    donde afirma que Buenos Aires  “nutrida por la liberalidad, el cosmopolitismo, la riqueza y el sentido innovador” produjo una revolución diferente y que “ de ella deriva el formidable vigor de la Argentina, que se puso al frente de la vanguardia continental, abrió el cauce a nuestros abuelos inmigrantes, ofreció una gran tarea de educación e inclusión y formó una conciencia profunda que cuajó en que aún mucho después, en 1983, fuera también la Argentina la que encabezara en la región la reconstrucción de la democracia”