Hoy, treinta años después, podemos decir que el 10 de Diciembre de 1983 es el verdadero punto de inflexión en la historia argentina de recurrentes golpes de estado que distinguió el Siglo XX, aquel que E Hobsbawm caracterizó como el más violento en la historia de la humanidad.
La experiencia argentina fue, también, el preludio de la ola democratizadora que se verificó en el Cono Sur de América Latina con los procesos políticos de Uruguay, Brasil, Paraguay y, finalmente en 1990, Chile.
En nuestro país la transición – originada en la frustrada aventura dictatorial de Malvinas- puede caracterizarse como excepcional y “de ruptura”, dado que el triunfo de Raúl Alfonsín permitió una instauración del sistema democrático exenta de negociaciones con el régimen militar en retirada.
Esa es la verdadera razón del inédito juzgamiento, y posterior condena, a los responsables del terrorismo de Estado que constituye el rasgo distintivo del nuevo tiempo democrático de los argentinos.
Además de lidiar con las heridas del pasado inmediato, la democracia recuperada terminó con los riesgos de un conflicto abierto con Chile – que casi nos cuesta el inicio de una guerra entre hermanos- a través del ampliamente mayoritario apoyo popular en una consulta no vinculante a la ciudadanía que, no obstante ello, solo superó por una voto la oposición política justicialista en el Senado de la Nación.
Esas dos iniciativas, el juicio a los ex comandantes y la paz con Chile, posibilitaron el represtigio internacional de la Argentina que liquidó el aislamiento de nuestro país en un mundo que todavía vivía bajo las reglas de la Guerra Fría.
A pesar de esa lógica prevaleciente de las superpotencias, la democracia recuperada pudo aunar esfuerzos con otros países para afirmar la paz en Centroamérica, zona de trabajos prácticos de la lucha ideológica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y sentar las bases de una asociación estratégica con Brasil que, todavía hoy, constituye el centro de nuestro accionar internacional.
Los retos de naturaleza económica, por su parte, que requerían – además del empeño- un cambio en el contexto internacional no pudieron ser alcanzados. En efecto, una deuda externa que la dictadura multiplico por cuatro, las exorbitantes tasas internacionales de interés, el proteccionismo de los países centrales y los muy bajos precios de nuestros productos de exportación fueron los límites a las propuestas de transformación que no pudieron ser superados.
Así, entonces, la recuperada democracia de los argentinos pudo, a partir de 1983, dar cuenta de los desafíos que, para ser afrontados exitosamente, requerían esencialmente de claras convicciones y firme voluntad política: la reconstrucción institucional, el juzgamiento de los delitos de la dictadura, la convivencia civilizada y la promoción del respeto a los valores de la tolerancia y el diálogo.
Publicada en Caras y Caretas Año 52 Nº 2287 de Octubre de 2013