El kirchnerismo en retirada, sustentado en su efectiva capacidad de daño desde el aparato estatal a su servicio, más que en la coalición de poder que armara Néstor Kirchner y destruida por su mujer, está haciendo hincapié en la irreversibilidad de su proyecto político y social. Dicho proyecto decano se está agotando y probando ser un andamiaje de poder y no un modelo posible para nuestra sociedad. Nadie podría estar en contra de sus postulados nacionales populares, ocurre que dejaron de cumplirse en el año 2008 con la primera crisis de una dinámica económica que permitía hasta ese entonces medidas facilistas de política económica.
Lo verdaderamente irreversible es que esa política facilista – que dice favorecer a las mayorías – llevada adelante por Axel Kicillof, pretenderá continuar hasta el fin del mandato de Cristina Fernández en un derrotero cuyo final es incierto. Muchos analistas aseguran que el rumbo actual no deparará nada bueno para la sociedad argentina. En ese contexto, parece irreversible la escasez de divisas, la caída de la actividad económica, la pérdida de empleo en el sector privado, el crecimiento de la tasa de inflación y la combinación de default más caída de los precios internacionales de los principales commodities agropecuarios.
El cambio de sede de pago de los bonistas de la deuda externa; la actualización de la ley de abastecimiento; la construcción de un rascacielos en la isla Demarchi; el maltrato a la industria automotriz y al socio mayoritario del Mercosur; se matizan con el lanzamiento de candidatos como globos de ensayo para ir ganado tiempo. En este último rubro se destaca la aparición con todo el aparato del hijo de la presidenta, tanto para empezar a medir su imagen para alguna postulación, como para seguir atizando los relatos conspirativos y victimizantes de una gestión que – como la de Carlos Menem – deberá dar cuentas ante la justicia al final del camino: otro destino irreversible.
Peligrosa inestabilidad
La escasez de dólares deja a la economía en una situación de creciente ajuste hacia la baja de la actividad. Pero aún no ha atravesado lo más álgido del camino, pavimentado con la combinación del default y la caída de precios de exportación, con lo que la agudización es inevitable, salvo que haya un milagro chino o climático que impacte sobre las variables mencionadas. En este escenario de balanza comercial casi nula, se agravará la restricción de divisas que tiene relación directa con el déficit fiscal que tenderá a acrecentarse. Con el BCRA como financista del sector público, su balance muestra el desequilibrio creciente entre las divisas – a la baja – y los pesos – en franca expansión. En resumen, el escenario de los próximos meses estaría caracterizado por más estanflación con el consiguiente incremento de la tensión social, asociada a la pérdida de empleos y a la combatividad sindical que seguramente se expresará en pedidos de reapertura de paritarias y un nuevo paro nacional.
Este cuadro de desequilibrio alimenta la idea de que, más temprano que tarde, las variables encontraran un nuevo balance, que dada la magnitud de los desequilibrios acumulados durante los últimos años, y las respuestas de política económica que el gobierno repite con insistencia, resulta imposible pensar que exista a esta altura del partido alguna alternativa que permita una solución no traumática desde la situación actual hacia una más estable. Es claro que el kirchnerismo está comprando tiempo con sus recetas caducas para llegar a fines de 2015 y trasladar al próximo gobierno – preferentemente al de Mauricio Macri que ya ha hecho declaraciones demagógicas al estilo de Carlos Menem – sin tener que afrontar el costo de sus errores. Compró un poco de tiempo con el acuerdo con China, pudiendo hacerse de 700 millones de dólares que apenas representan un mes de gasto con tarjetas de crédito de argentinos en el exterior; y propone escaramuzas razonables para estirar hasta fin de año la resolución del default. En tanto, en el frente doméstico, no puede evitar el aumento de gastos – la emisión es superior al ingreso por las retenciones – y subsidios, mientras sigue retaceando los pagos de las importaciones, con efecto directo sobre la actividad manufacturera. ¿Cuánto puede durar esta bicicleta? El déficit fiscal y de balanza de pagos de la economía argentina – lejos quedaron los años de superávit gemelos – es enorme y cada vez más difícil de manejar, por lo que, aun con la ayuda imprevisible que pudiese venir de los mercados externos, los riesgos de agotar la estrategia antes de fin de año son realmente altos.
El relato oficial en clave paranoica atribuye los resultados de su pésima política económica a conspiraciones y a la "cadena del desánimo" inducida por los medios de difusión enemigos – Patria o Clarín – y a efectos retardados de la crisis financiera global de 2008, agravados por la acción de los (Patria o) fondos buitres. No figura en su credo la inflación, ni hay traza de todos los males que ella conlleva: caída del salario, aumento de la pobreza, expectativas de devaluación, etc.
Parte de la cadena del desánimo es la Universidad Católica Argentina que, a través de su observatorio social determinó que la pobreza afecta al 27 por ciento de la población. En tanto que su contracara sería el Presupuesto 2014, un despilfarro de optimismo que preveía un crecimiento del PBI del 6,2 por ciento; una inflación del 10,5 por ciento – el Indec ya va por el 18 por ciento – y un dólar oficial de 6,33 pesos promedio. Veremos qué clase de optimismo muestra el Presupuesto 2015 que se presenta esta semana.
Tanta acumulación de problemas e incertidumbre – magnificados o no por algunos medios – estaría instalando en la sociedad un ánimo de frustración y de alternativas de cambio en la sociedad, luego de 10 años de kirchnerismo. Pese al empeño por culpar a las usinas del mal humor, tanto la gestión del gobierno como la imagen de Axel Kicillof y Jorge Capitanich estarían por el suelo. Sólo la pelea con los fondos buitre parece haber rescatado de esa caída a la presidente y, tal vez por eso, La Cámpora insiste, en forma trasnochada, en que se le dé una oportunidad en el 2015, como si estuviera proscripta, y en como claro desprecio que esa agrupación tiene por las instituciones y sus reglas de juego.
Es irreversible que la transición de aquí a fines de 2015 resultará, en el mejor de los casos, inestable y plagada de incertidumbre. Este triunfo pírrico del kirchnerismo será una bomba de tiempo para las próximas autoridades. En ese contexto, los reacomodamientos al interior del peronismo podrían manifestarse en nuevos desdoblamientos de las elecciones provinciales, se agregan Chaco y Salta a los que ya lo habían hecho como Neuquén; Córdoba y Tierra del Fuego. Además, un recambio de gabinete también sumaría para airear el Ejecutivo y ocupara a la prensa en los que se van y los que vienen.
El Chueco vela por el PJ
Juan Carlos Mazzón, Daniel Scioli, José Luis Gioja y José Manuel de la Sota, se reunieron a instancias del primero para analizar la situación que hemos descripto en párrafos anteriores, y que significa el alto grado de preocupación que existe en el peronismo por su futuro. Otros gobernadores no asistieron pero estuvieron atentos a los resultados de un cónclave capaz de encarar una nueva renovación partidaria.
En la reunión se analizó la posible estrategia de Cristina Kirchner de cara al 2015, que determinaría la opción por una derrota del peronismo para que la suceda Mauricio Macri, lo que explicaría que la presidente haya dejado en manos de Kicillof los resortes de la economía, a sabiendas de que su pésima conducción está llevando al país hacia el desfiladero.
Dos declaraciones reservadas y publicadas por un portal peronista de amplia consulta, aseguran esta estrategia: el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, uno de los hombres más cercanos a la presidente, habría dicho a un dirigente: “El Plan A, B, C y Z es perder. No va a haber bendecidos, ningún candidato nos inspira confianza y en ese escenario Macri es el más confiable”. Esto, más las declaraciones de Máximo Kirchner no deben haber caído muy bien a los aplaudidores de la familia K Julián Domínguez y Sergio Uribarri, presentes en el acto de Argentinos Juniors. Por otro lado, el ministro de Planificación, Julio de Vido, habría afirmado en esa línea que: “Lo mejor que nos puede pasar es perder, ni Scioli, ni Randazzo nos representan. Es preferible que gane Macri y seguramente eso hará que volvamos en cuatro años o menos al poder”.
El razonamiento es sencillo: con Mauricio Macri gobernando, Cristina y un número importante de legisladores – en su mayoría de La Cámpora – cree que podrá liderar desde la oposición a una coalición, recordando la “década ganada”, frente al ajuste que tendrá que aplicar su sucesor. Esto ratifica que el kirchnerismo es un proyecto personal de poder: hace 25 años que están escalando esa pirámide y harán todo lo posible por mantenerse en la cúspide o cerca de ella.
La reunión de los gobernadores preocupados por su futuro y el del PJ es un primer paso. El decurso de la economía podría hacer que se avance en algo más traumático para el oficialismo, tal como el encolumnamiento público de los gobernadores detrás de Daniel Scioli que ya ha salido a decir que “Máximo no planteó la reelección”.
Los desatinos económicos están poniendo al país, pero sobre todo al peronismo, ante la necesidad de asegurarse la supervivencia. Y el PJ es especialista en esa materia.
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