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Hacia el 2015 por la Banquina

La discusión bizarra acerca de cómo tipificar la cesación de pagos de la Argentina, no oculta la aceleración de los problemas preexistentes. Caída del empleo y del consumo. Mayor gasto público para sostener el relato. Aumento de la conflictividad social; la aplicación de la Ley antiterrorista y los mayores controles estatales sobre la tasa de ganancia. Unen avanza entre operaciones y veleidades de sus referentes.
Cuando Axel Kiciloff asumió la formalidad de la conducción económica del gobierno de Cristina Fernández dijimos aquí que tenía en sus alforjas conceptuales tres principios rectores: 1) En el capitalismo – sistema en el que descree – debe ser regulada la tasa de ganancia. 2) La única regulación efectiva es a través del control de la propiedad 3) Los precios internos están “desenganchados” de los externos. Así, el consejero principal de la presidente en materia económica encaminó, encamina y encaminará mientras esté en su cargo, el rumbo del país. Esto explica el abstruso plan de “precios cuidados” y diversas iniciativas denominadas “contracíclicas” por el elenco estable de la Casa Rosada que sostiene que el consumo interno es el motor del crecimiento económico.
De entre esos planes que se superponen, solapan y anuncian varias veces, se encuentra el Procreauto que sirve – supuestamente – para evitar la caída de las ventas de las multinacionales automotrices que, por cada auto vendido, le agregan unos 10.000 dólares al déficit de divisas del país. Es decir que mientras se aplaca a esas empresas, a las cuales ya se les subsidia el costo laboral desde 2009 mediante el Programa de Recuperación Productiva (Repro), por el cual el Estado se hace cargo del pago de una parte del salario a los trabajadores del sector privado. También se les subsidia el tipo de cambio, con el esquema de desdoblamiento.
Con el país en default, el relato carga sobre el enemigo externo y los cipayos internos las culpas de una situación económica que es producto del facilismo, la ceguera ideológica y el oportunismo electoral. Desde el año 2009 se han profundizado los desequilibrios macroeconómicos, fiscal y externos, sin atenuantes. Según el oficialismo, la situación internacional afecta la marcha de la economía local, a lo que se debería sumar el ataque especulativo de los otrora inversores y hoy “buitres”.
Lo cierto es que la inflación sin tregua licua los salarios y ya ha corroído casi tosa la actualización del tipo de cambio que estableció la devaluación de enero. Aún cuando los asalariados registrados con las paritarias lograron incrementos salariales del 29 por ciento interanual en junio último, en igual periodo la inflación escaló a 38,6 por ciento interanual, lo que implica una caída del poder de compra de casi el 7 por ciento en los últimos doce meses.
Este menor poder de compra del salario conlleva un menor nivel de consumo – el motor del “modelo” – e impulsa las estrategias del empresariado a reducir la inversión, la producción y la planta de personal. En esa estrategia también pesa la dificultad para importar y la gran pérdida de competitividad para exportar con un esquema cambiario que se asoma a otra devaluación forzada por las circunstancias y sobre la cuál la UIA se ha manifestado en forma abierta y novedosa, elevando la voz en contra del ministro de economía quien respondió con una descalificación personal.
El asalariado – supuesto sujeto de la revolución nacional y popular – ve mermado su poder de compra – lo que estimula el ahorro, en dólares si es posible, en desmedro del consumo – y amenazado su puesto de trabajo o su condición de empleado formalizado.
Con la devaluación de enero el gobierno arrancó este derrotero a la baja, que todavía no toco fondo. Los datos de Julio y los primeros de Agosto advierten que la demanda agregada continúa a la baja. Estimaciones privadas advierten que la economía caería un 2 por ciento en 2014, y que puede caer a mayor ritmo si la incertidumbre macroeconómica perdura y además de frenar el consumo, también frena aún más los magros niveles de inversión que se registran este año.
Lejos quedaron los años de crecimiento a “tasas chinas”, logrando reducir el desempleo a un dígito. En 2012 y 2013 casi fue nulo el crecimiento de empleo privado registrado y en 2014 todo indica que estaríamos en un año de destrucción neta de puestos de trabajo. La tasa de desempleo para primer trimestre del 2014 es de 7,1 por ciento, lo mismo que hace dos años. Esto significa que los 60 mil puestos privados registrados entre 2012 y 2013, sumados a los 129 mil puestos creados por el sector público en igual periodo, solo acompañaron el incremento vegetativo de la población y por ello no impactaron en bajar la tasa de desocupación.
La pérdida de puestos de trabajo registrado en el sector privado que ya se evidencia este año, no sólo comenzará a elevar la tasa de desempleó sino también la tasa de informalidad laboral que de por sí es alta y ronda el 33 por ciento de los asalariados, equivalente a 4 millones de personas en todo el país. El total de trabajadores no registrados es el mismo desde el 2010, es decir, que se cumplen 4 años donde no pudo combatirse ese flagelo.
La tasa de pobreza también se estabiliza en torno al 30 por ciento, según estimaciones privadas, que advierten que el mayor gasto público no logra revertir la realidad de los 12 millones de personas que más necesitan de la ayuda del Estado.
La novela del default tiene varios capítulos, idas, venidas y secretos. Luego de que parecía que los banqueros de aquí y de allá habrían acordado comprar la deuda en litigio, Axel Kicillof apareció como el responsable de patear el tablero y precipitar las cosas hacia un desenlace que es tan imprevisible como malo para el país y para un futuro gobierno que heredará una situación muy difícil, frente a la cual el cristinismo pretendería presentarse como opositor a las “políticas de ajuste”.
Los fantasmas de la economía setentista
Mientras todo esto ocurre, con una tendencia a acelerar las consecuencias negativas, las culpas son ajenas y el relato se apresta a una cruzada en contra del “capitalismo buitre” con la aplicación de la Ley antiterrorista a empresas que decidan cerrar, o con el control de la tasa de ganancia mediante el proyecto de ley de abastecimiento y consumo. Nada hace suponer que la gestión “Kokicillof” tome caminos apartados del rumbo actual de tránsito por la banquina. Será por eso y por razones del “pago chico” que Jorge Milton Capitanich tendría establecido que octubre sería su fecha de vencimiento como Jefe de Gabinete.
Estanflación, altos costos por importación de combustible, escasez de divisas, conflictividad social ascendente y medidas de control por parte de un Estado débil, son algunos parecidos del momento actual con el período 1974-1976. La ley 20.680 sobre abastecimiento y consumo de esa época está siendo reflotada y actualizada por el Poder Ejecutivo.
La aplicación de la 20.680 está suspendida por el decreto ómnibus de desregulación del Estado de Menem-Cavallo (2284/91). La discusión de esta suspensión siempre fue eludida por parte del gobierno y desde el año 2007, momento en el que el inefable secretario de comercio Guillermo Moreno la blandió como una amenaza en las negociaciones por los “acuerdos voluntarios de precios”, nunca fue aplicada, hasta hoy. Fue simplemente un arma disuasiva.
Por ello, lo que esconde toda esta hojarasca no es un cambio a la ley, sino su plena vigencia, o simplemente una nueva amenaza. La ley podría entrar en vigor con un decreto que anulara el artículo 4 del mencionado 2284 de Menem-Cavallo.
Los días de UNEN
Desde el día de su lanzamiento, los distintos dirigentes del Frente tuvieron que responder preguntas relativas a posibles acuerdos con Mauricio Macri. Esa insistencia mediática tiene dos causas, producto de dos necesidades ajenas a la coalición. En primer lugar, el gobierno Nacional y el de la Ciudad disfrutan de una extendida influencia en medios y gente de prensa que les permite a ambos cumplir con sus respectivos objetivos: para el primero alimentar el imaginario que la presente como una fuerza de centro-izquierda, frente a contraparte “noventista” que la valide (el PRO). Por su parte a Mauricio Macri lo favorece ser presentado como la contracara de la Presidente. En segundo lugar, no escapa a realidades provinciales que las alianzas electorales con candidatos del PRO son viables, por razones estrictamente regionales, aunque “no vinculantes” con un acuerdo programático nacional.
Una mirada a los últimos resultados electorales y a las encuestas conocidas puede aproximarnos a analizar la oportunidad y conveniencia de un acercamiento entre el Frente y el PRO. Todas las encuestas realizadas, publicadas o no, indican que el Frente es la segunda fuerza al sumar, como corresponde, la intención de voto de todos sus precandidatos presidenciales.
¿Es ilusorio imaginar ese resultado? Los datos de las elecciones recientes nos ayudan a razonar. Es posible pensar que a la PASO del Frente concurrirán a votar entre el 25 y el 33 por ciento de los electores. La primera de esas cifras es la suma de los votos obtenidos por todas las listas de las fuerzas que integran el Frente, en todos los distritos, en la reciente elección de renovación legislativa. La otra es la suma de los votos logrados por los candidatos presidenciales Hermes Binner, Ricardo Alfonsín y Elisa Carrió en la última elección presidencial del año 2011.
Esas mismas encuestas muestran que el PRO, en todos los casos, se ubica en cuarto lugar. En efecto, en la ultima encuesta de Management & Fit – sobre 1600 casos en todo el país realizada entre el 23 y el 29 de julio en CABA, GBA, interior PBA, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza, San Juan, Chaco, Corrientes, Tucumán, La Rioja y Chubut, la respuesta por frentes políticos indica que el FpV obtiene el 24,9 por ciento; el Frente UNEN 20,4 por ciento; el PRO 14,5 por ciento; el Frente Renovador el 13,3 por ciento; Otro 1,5 por ciento y los indecisos suman el 25,4 por ciento.
La arquitectura política del Frente recoge las experiencias de las últimas coaliciones electorales no peronistas y pretende haber aprendido de los errores cometidos, entre los cuales se encuentra la inflexibilidad dogmática y la falta de reconocimiento a situaciones locales especiales. Queda pendiente dar cuenta de otra enseñanza relevante: la necesidad de ganar credibilidad a partir de la identificación y formulación de políticas públicas que superen el facilismo económico y dejen atrás el populismo político. Falta, también, consolidar la instalación social de la existencia de una opción dentro del FAU que articule una alternativa de giro político, cambio cultural y progreso social. Estos y no los aspectos o circunstancias mediáticas de sus precandidatos son los desafíos pendientes que deben guiar los pasos del Frente.
Esta realidad del Frente no escapa a la atomización del peronismo, a la profusión de candidatos posibles para el FpV – aunque luego del 2015 probablemente se evapore como el menemismo – y a las campañas de líderes como Daniel Scioli basadas en su vida personal y sin un ápice de propuestas. El propio Sergio Massa, luego de dar un par de golpes de efecto en el Congreso, se ha dedicado a recoger heridos del FpV y de otras fuerzas o fracciones más interesadas en su futuro que en el bien público y en un sistema político sólido. La ventaja del peronismo radica en el acceso a recursos y a posiciones que le permiten alcanzar mayor visibilidad, aunque sea para que sus candidatos aparezcan en programas de entretenimientos para que su simpatía sea recordada.

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