Desde hace meses EA sostiene que la creación de Cambiemos ofrecía a la sociedad, y le daba a los ciudadanos descontentos o simplemente hartos del kirchnerismo, una opción de gobierno. Por lo tanto, esa tendencia iba a desembocar en la segunda vuelta, instancia en la que también se avizora la posibilidad de un triunfo si Cambiemos encarna esa aspiración social de mejor democracia, respeto por la ley, transparencia y vocación de progreso. Lo ocurrido en la provincia de Buenos Aires, con el triunfo de Cambiemos puede replicarse en el orden nacional el 22 de noviembre.
El Frente para la Victoria perdió las últimas tres de las cuatro elecciones en esa provincia (2009, 2013, 2015). Sólo triunfó en la de 2011, en la que la fragmentación de la oposición dio aire al oficialismo. Es decir que el liderazgo de Daniel Scioli en sus pagos era débil, tal cual indicaban los análisis acerca de sus pobres ocho años de gestión, aunque su imagen pública era buena, probablemente por su carácter afable contrario a la confrontación permanente de los Kirchner.
En la provincia se emitieron casi un millón de votos más que en las primarias y los blancos y anulados se redujeron cerca de 200.000. Para gobernador bonaerense las cifras fueron las siguientes: Vidal sumó 1.200.000 a los votos obtenidos en agosto, Felipe Solá agregó casi 200.000, mientras que el FpV con Aníbal Fernández perdió cuatro mil votos con respecto a las PASO. Así, la ventaja de casi 850.000 votos del Frente para la Victoria en las primarias se convirtió en una derrota por casi 400.000.
En el nivel nacional la dupla Scioli-Zaninni obtuvo casi 300.000 votos más que en las PASO, en el marco del incremento de dos millones de votantes y la reducción del voto en blanco en 600.000 sufragios.
El incremento de la participación de casi 8 puntos porcentuales permitió que los candidatos de Cambiemos sumaran cuatro puntos y medio adicionales a los conseguidos en las PASO, que junto con los casi dos puntos que perdió el FpV explican lo ajustado de la diferencia final, que se redujo de ocho puntos y medio en agosto a dos puntos y medio ahora.
Sin embargo, el hecho relevante es la derrota del kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires sobre la base de un elector que al cortar boleta arrastró a los barones del conurbano. A Raúl Otacehé, Luis Acuña, Darío Giustozzi y Mariano West que perdieron en las PASO le siguieron Hugo Curto, Humberto Zuccaro y también el final de los gobiernos peronistas en La Plata y Lanús.
Un hecho saliente confirma la emergencia de otro humor cívico, distinto al de aquellos que en el 2001 reclamaban “que se vayan todos”. Como indicio esperanzador del restablecimiento de la salud del sistema político, esa ciudadanía hizo de la fiscalización electoral del 25 de octubre su nuevo lema y una contribución activa en pos del respeto a la voluntad popular.
Hacia el balotaje
Las encuestas solicitadas el mismo 25 de octubre, a pesar de sus pronósticos equivocados, dan ganador al candidato de Cambiemos. Mauricio Macri deberá recorrer el camino al 22 con un desafío importante: el debate presidencial del 15 de noviembre, al cual llega con la ventaja de haber participado en el primero, cosa que Daniel Scioli no hizo y parece haberle costado. Esa será, junto a la segunda vuelta, otra novedad en la política argentina.
Macri irá por los votos de UNA, Progresistas y los de “el Adolfo” con la ventaja de que la elección indicó que los votos de las PASO eran su piso, en tanto que los de Scioli se convirtieron en su techo, cuando algunos analistas opinaban lo contrario.
En América Latina se han efectuado 140 elecciones presidenciales entre 1978 y 2014. En 80 de ellas rige el sistema de segunda vuelta. En 43 balotajes registrados, en 10 oportunidades ganó el que había resultado segundo en la primera vuelta.
Por supuesto que existen particularidades, como aquella curiosidad que habla de una derrota del peronismo cada 16 años (1983, 1999, 2015), o la “maldición” de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, según la cual ningún gobernador ha llegado a la presidencia en elecciones libres.
En nuestras provincias, la experiencia de las segundas vueltas indica que en 7 de 14 se revirtió el resultado de la primera ronda.
La UCR, artífice del cambio
La estrategia de Gualeguaychú resultó decisiva para la formación de la alternativa de gobierno que hoy encarna Cambiemos, al haber permitido superar la fragmentación política de la oposición que allanó, en 2011, el camino de la reelección de Cristina Fernández al obtener casi 40 puntos de diferencia con el segundo candidato, Hermes Binner. Por otro lado, esta estrategia probó ser acertada para el crecimiento de la UCR.
En el segundo aspecto, los números hablan por sí solos: 446 municipios son gobernados por la UCR, con los 83 que se ganaron en el 2015; nueve capitales de provincia tienen gobierno de la UCR: Río Gallegos, Viedma, Neuquén, Santa Rosa, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Paraná y San Salvador de Jujuy. Tres provincias tienen gobernadores radicales: Mendoza, Jujuy y Corrientes, en tanto que otras dos tienen vices radicales: Buenos Aires y Santa Fe. En la provincia de Buenos Aires, pertenecen a la UCR 42 intendentes sobre 65 ciudades que gobierna Cambiemos. Y en el ámbito del Poder Legislativo Nacional, la UCR se consolidó como la primera minoría no peronista en ambas cámaras.
Por eso hoy Cambiemos interpreta el hartazgo a la división de la sociedad y el rechazo al abuso del poder, la corrupción y la ineficacia para abordar los problemas del país. Y esto es así porque la UCR entendió que su responsabilidad con la sociedad en este momento histórico consistía, en construir junto con otras fuerzas, el instrumento político que sirviera para canalizar ese deseo mayoritario de cambio a través de una alternativa de poder políticamente operativa y electoralmente competitiva.
Cambiemos no es la única fuerza que trabaja por el cambio, pero los argentinos la han reconocido, el 25 de octubre, como la mejor alternativa.
Las herencias
Existen dos temores que son agitados por el oficialismo: desgobierno y neoliberalismo. Ambos son construcciones históricas del imaginario peronista. El primero es producto de entender la democracia de una manera particular y la segunda le ha servido para señalar una de las facetas que el mismo peronismo introdujo en la Argentina de los ’90, un momento histórico irrepetible.
La herencia de intolerancia deberá ser solucionada con el ejercicio democrático ejemplar y recordando que un porcentaje elevado de la población ha optado por la alternativa del cambio. Es condición necesaria para que Macri acceda al gobierno ganar la segunda vuelta, pero no será suficiente para construir poder. Ese paso sólo se logrará con el apoyo plural que logre de los sectores políticos y eso implica formar una coalición de gobierno para enfrentar la tarea de estos años.
Claro que la herencia más temible, la que puede cambiar el humor social, es la de la economía. El kirchnerismo dejará una sociedad, a pesar de sus primeros años de crecimiento a “tasas chinas”, con uno de de cada 4 argentinos en situación de pobreza; un trabajador informal de cada 3, y casi la mitad de los hogares sin cloacas. Un desequilibrio fiscal que será del 7 por ciento y las reservas reales del Banco Central muy inferiores a las cifras oficiales. Y la inflación en 2015, del 28 por ciento, que será seis veces el promedio mundial.
La gestión del ahora diputado nacional Axel Kicillof, que hizo una pobre elección en la Capital encarnando “el proyecto”, ha dejado al Banco Central con un nivel mínimo de reservas, manteniendo un control cambiario que se tradujo en el desplome de la tasa de inversión y una situación de estancamiento de la actividad y del empleo, panorama que se encamina a cumplir cuatro años.
La mala elección de la CABA no sería una novedad para el peronismo. Sin embargo, las derrotas del presidente del Consejo Nacional del PJ, Eduardo Fellner en Jujuy; del oficialismo peronista en Quilmes y Morón, ciudades de los candidatos a gobernador y vice, respectivamente; y la derrota del PJ en Berisso cuna de Cipriano Reyes, nos hablan de un gran desgaste del peronismo. ¿Podrá Daniel Scioli, que acaba de perder la provincia que gobierna – a manos de la oposición – garantizar un liderazgo dentro del peronismo? Creemos que no y que, además, podemos estar asistiendo a un cambio de época.