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El Mito del Modelo Nac & Pop

En torno a las discusiones de teoría política queda poco margen para discutir acerca de la conveniencia del equilibrio de poder en un régimen democrático, como forma de evitar los abusos de poder que llevan a la tentación de la impunidad, al discurso hegemónico y a la discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos, y la fijación de agendas y políticas públicas, muchas veces caprichosas y alejadas del consenso, entre otros. Una oposición saludable y una real división de poderes son las precondiciones necesarias para el desarrollo de un sistema político democrático, representativo, y en el caso de la Argentina, federal.

Si observamos el comportamiento de los ocho años de gobierno del kirchnerismo, notamos una tendencia al control de causas sensibles que se tramitan en el Poder Judicial; un avance sobre la construcción de la realidad en base a dineros públicos volcados al aparato propagandístico; el manejo de la obra pública según el color político del gobernador de que se trate; y una serie de iniciativas conflictivas del Poder Ejecutivo que tuvieron la particularidad de haber sido encaradas en momentos en que los Kirchner tenían mayor control sobre la legislatura nacional.

Para decirlo de manera positiva, cuando esa mayoría oficialista no se verificó, el Congreso protagonizó las decisiones más importantes que las instituciones democráticas pueda mostrar a los ciudadanos. Por ejemplo, la nueva conformación de la Corte Suprema de Justicia; la reestructuración de la deuda; la ley de financiamiento educativo; la Asignación Universal por Hijo y la ley de matrimonio igualitario, fueron todas medidas, debatidas y consagradas con una amplia aceptación por la opinión pública.

En cambio, proyectos como la llamada 125; la reforma del Consejo de la Magistratura; la ley de reforma electoral y la ley de medios audiovisuales, todos lanzados cuando el kirchnerismo tenía mayoría, resultaron traumáticos, o de aplicación parcial o engorrosa. Esta pequeña revisión no exhaustiva, pero clara en cuanto a los casos, corrobora, no sólo los aspectos teóricos, sino que evidencia el comportamiento que el kirchnerismo tiene, cuanto más poder acumula. Tampoco se trata de entrever si la conducción de Cristina es menos áspera que la de Néstor, se trata de mantener equilibrios institucionales básicos para el buen gobierno.

En esta línea de pensamiento se ubica la necesidad de sostener en el Congreso Nacional, y aún en las legislaturas provinciales, e intendencias, baluartes opositores que en el pasado han demostrado acompañar las medidas acertadas y criticar con fuerza constructiva las que no los son. En los ejemplos citados, la UCR mantuvo esta conducta y, a la fecha, constituye como segunda minoría, el reaseguro más importante del balance de poder en nuestro país.

De la Convertibilidad al Modelo Nac & Pop

El discurso oficial ha conformado, al igual que en los ’90, un entramado de percepciones que tiene en esta ocasión su asidero económico más sólido en la firme demanda internacional de productos primarios que el país produce en forma eficiente. Esa percepción, tal como lo hizo la convertibilidad durante ocho años, acompaña un imaginario compuesto de lo que podrían llamarse “los mitos económicos del kirchnerismo”, algunos de los cuales ya hemos puesto de manifiesto aquí. Sin embargo, merece especial interés aquel que –agitado desde la faraónica Tecnópolis- nos habla de “la reindustrialización del país”.

Para analizar la evolución del sector industrial es preciso señalar que la participación del PBI de la industria manufacturera en el PBI total, medido a precios corrientes, era en el año 2003 el 22,5 por ciento, mientras que en 2010 cayó a sólo el 18,8 por ciento en el contexto de una tendencia persistentemente declinante.

Medido a precios constantes, se observa también una disminución: desde el 16,4 por ciento registrado en 2003 a un 16 por ciento el año anterior. En este caso, la tendencia declinante se presenta más atenuada, aunque debe tenerse en cuenta que en el año 2004 la industria llegó a representar el 16,8 por ciento del PBI total.

Esta menor importancia relativa de la industria se refleja, también, si se atiende a la evolución de los puestos de trabajo declarados al Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones por sectores de actividad económica. La información disponible arranca en 2006 y muestra que, entre ese año y el anterior, la participación de la industria pasó de un 17,3 por ciento a un 16 por ciento en el marco de una tendencia declinante persistente.

Más aún: entre los años señalados, el número de puestos declarados en la industria aumentó en 105.000, el total del sistema en 1.140.000, el sector privado en 850.000 y el sector de la Administración Pública, Defensa y Otros Organismos en 290.000. Esto es, que el aporte de la actividad manufacturera al crecimiento del empleo registrado fue del 12,3 por ciento de la contribución del sector privado y del 9.2% del total del sistema. A su vez, el aumento del empleo público fue un 176% superior al aportado por la industria.

Durante los últimos cinco años, el Estado fue el principal empleador, por encima de los aportantes tradicionales, como el comercio 18,5 por ciento, la construcción 4,7 por ciento y el agro 2,6 por ciento. La menor gravitación de la industria, el comercio y el agro sobre la generación de empleo a favor del sector público no es el único dato a tener en cuenta hacia el futuro. Debido al encarecimiento de los salarios en dólares y la apreciación del tipo de cambio, el aumento del PBI genera hoy poco menos de un cuarto del empleo que en 2003, cuando se puso en marcha la gestión K.

No cabe duda que desde que se miente sistemáticamente el índice de precios mensual, todos los demás registros se falsean debido a que se basan en este, o a metodologías que han ido variando, como la del IPC.

Para culminar este repaso, podemos apreciar el impacto de esta “reindustrialización” en la balanza comercial. De acuerdo con la información publicada por el Centro de Estudios para la Producción, organismo dependiente del Ministerio de Industria de la Nación, el saldo comercial externo de la industria manufacturera a dos dígitos del clasificador internacional de actividades industriales fue, durante el año 2010, deficitario en 3.516 millones de dólares.

Si se excluye de esa medición a la rama de Alimentos y Bebidas, que presentó un superávit de 20.362 millones de dólares, el déficit anterior se eleva a los 23.877 millones. Si, a su vez, se excluyen también otras ramas que presentaron superávit en sus cuentas comerciales externas durante 2010, el déficit crece hasta los 26.431 millones de dólares. En ambos casos, los más altos desde 1993, año en que se comenzaron a llevar estos registros.

Más aún, en 2003 nueve ramas industriales presentaban superávit en sus balances externos; siete años después ese número se había reducido a cuatro. En otras palabras, la cuestión relevante no es sólo el crecimiento de las exportaciones. Si se tiene en cuenta la evolución de las importaciones industriales, totales y por rama de actividad, se observa que el pregonado renovado proceso sustitutivo de importaciones que implica el modelo, excepto casos muy puntuales que no pueden captarse a este nivel de desagregación de la información, se encuentra bastante lejos de reflejarse en los números de la macroeconomía.

De Córdoba Capital al Chaco, pasando por Corrientes.

El gobernador Jorge Milton Capitanich logró la reelección en su provincia, con el 65 por ciento de los votos y anotándose como presidenciable “k” para el año 2015, en tanto que el candidato de la UCR, Roy Nikisch obtuvo más del 30 por ciento, un número no poco despreciable para una contienda que estaba resuelta en favor del oficialismo que cuenta con un fuerte apoyo del gobierno central, sobre todo del ministro de economía Amado Boudou, a quien se lo vio exultante en el la foto del triunfo, junto con el gobernador.

Por su parte, el senador radical Ramón Mestre ganó la intendencia de la ciudad de Córdoba al conseguir el 35,65 por ciento de los votos, venciendo al PJ dividido entre la ex esposa de José M. de la Sota, Olga Riutort y el ex basquetbolista y actual vicegobernador Héctor “Pichi” Campana.

En un lejano cuarto puesto aparece el candidato juecista del Frente Cívico, con algo más del 7 por ciento. El joven intendente electo, de 39 años, asumirá en diciembre a 12 años del último gobierno radical en la ciudad y 20 años de que su padre, Ramón Bautista Mestre, finalizara su mandato en el mismo cargo.

En Corrientes la alianza oficialista Encuentro por Corrientes se impuso por más de nueve puntos sobre el Frente para la Victoria en las elecciones legislativas provinciales. Los candidatos a senadores que responden al gobierno del radical Ricardo Colombi consiguieron cerca del 47 por ciento de los votos contra un 37 por ciento de los peronistas. En la categoría de diputados, la diferencia fue muy similar, con ventaja para el radicalismo.

Un aspecto importante de estas elecciones es la defección de las terceras fuerzas, de candidatos trepados a figuras que han mostrado alguna fugacidad más o menos prolongada, pero que no han podido consolidar una posición y estructura territorial con arraigo en valores compartidos. En ese sentido, el bipartidismo, endeble y erosionado por el surgimiento de estas figuras, sigue mostrando una vitalidad y una importancia crucial a la hora de las urnas.
Publicado en www.escenariosalternativos.org

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