Las PASO para cargos nacionales del 9 de agosto mostraron resultados similares a los que anunciaban, esta vez de manera cercana, las encuestas. En efecto, el 38,41% de los votos obtenidos por el FPV (dieciséis puntos porcentuales menos que en las elecciones generales del año 2011), el 30,07% de Cambiemos y el 20,63% de UNA se corresponden, razonablemente, con la diferencia esperada de un dígito entre el primero y el segundo, y de dos cifras entre éste y el tercero.
En la coalición Cambiemos, los 6,595 millones de votos obtenidos se distribuyen en un 80,7% para la fórmula Macri-Michetti, un 11,5 para el binomio Sanz-Llach y 7,8% para Carrió-Flores.
La primera conclusión que se extrae de estas cifras es que, como consecuencia directa de la constitución de la coalición Cambiemos, si en octubre se repiten estos resultados habrá por primera vez en la Argentina una segunda vuelta para elegir Presidente.
Este dato de la realidad justifica, por si solo, la decisión del Radicalismo de constituir una coalición competitiva -luego de una impecable deliberación democrática y de la firma de acuerdos programáticos con los aliados- ya que abre la posibilidad de la alternancia política en la conducción de los asuntos públicos, regla de oro de la Democracia. Las otras opciones posibles, concurrir con listas propias -confundiendo individualidad con identidad- o asociarnos a nivel nacional con nuestros tradicionales aliados socialistas hubiera depositado al radicalismo en el sitio nada hospitalario de la irrelevancia política.
Esa decisión institucional de la UCR, alejada de los intereses personales de sus dirigentes, tiene antecedentes honorables. Esa irrenunciable vocación democrática estuvo presente cuando en los violentos años setenta el Dr. R Balbín descartó el ofrecimiento para integrar una formula con J D Perón convencido que la calidad democrática exige la construcción, siempre complicada, de alternativas políticas.
Esa misma raigambre democrática guió la decisión del Radicalismo cuando, para evitar una degradación institucional extrema, coincidió con C Menem en las bases para una reforma constitucional consensuada.
La ilusión que propone la posibilidad cierta de una disputa por el gobierno en la elección de octubre debe ser analizada a la luz del desencanto que trae la diferencia obtenida por el triunfador en la fórmula presidencial, respecto de nuestros candidatos, en la competencia hacia el interior de la coalición Cambiemos.
Para ello corresponde analizar los resultados de manera amplia e integral. En primer lugar en el plano legislativo, porque la condición de partido nacional está dada no por el número de gobiernos subnacionales, sino por la diversidad de distritos en la representación parlamentaria.
El Radicalismo, si se repiten en octubre los resultados de las PASO, cumplirá en exceso sus objetivos de ganar las bancas legislativas que pone en juego. En efecto, el Radicalismo no solo obtendrá las catorce bancas que renueva sino que aumentará en nueve escaños su representación -incluso en distritos donde hace varias elecciones que no obtenemos representación, como Salta y Santiago del Estero-, llegando así a las cuarenta y seis bancas en la Cámara de Diputados.
De esa manera, junto con los diputados del PRO y los seis de la Coalición Cívica el bloque de Cambiemos orillará los noventa integrantes que se comparan con los casi veinte menos que tendrá el oficialismo, y los seis que quedarán -luego de perder ocho- en el frente Progresistas.
De esta manera, el bloque conducido por el diputado M Negri no solo será uno de los pocos que aumenta su representación sino que confirma su condición de ser el principal contingente legislativo no peronista en la Cámara de Diputados.
Otra aproximación al balance es mirar los datos correspondientes a los gobiernos subnacionales.
Un resultado positivo evidente de la estrategia general de la UCR -al distinguir la dimensión nacional de la federal y dotar de flexibilidad al partido para convocar amplios acuerdos que permitieran crear opciones a los regímenes “cuasi feudales” de muchas provincias- es que el Radicalismo gobernará, a partir de Diciembre, además de Corrientes y Santa Fé -en coalición con el Socialismo- la Provincia de Mendoza y, si se repiten los resultados de las PASO, las provincias de Jujuy y Santa Cruz. Además ofrecerá opciones extremadamente competitivas en las elecciones previas a octubre de: Tucumán, Chaco y la Ciudad de Córdoba.
Del mismo modo, es muy relevante analizar el caso de la Provincia de Buenos Aires donde, donde no solo incrementamos la representación legislativa nacional sino que la coalición Cambiemos ganó cinco de las ocho secciones electorales, incluida la Ciudad de la Plata.
Otro dato interesante de la Provincia de Buenos Aires es que la UCR revirtió el retroceso electoral en los municipios. En efecto, de los ciento treinta y cinco distritos -donde Cambiemos ganó cuarenta y nueve- los resultados muestran que pertenecen al Radicalismo los candidatos de la opción ganadora en treinta y cuatro de ellos –el doble de los que hoy gobierna- y son candidatos radicales los que obtuvieron el segundo lugar y, en consecuencia, son opciones preferentes en otros veinticuatro municipios.
Esa misma realidad se verifica en la Provincia de Santa Fe donde son radicales once de los veintiocho diputados provinciales y seis de los ocho senadores del Frente Progresista Cívico y Social. En relación a los Municipios, la UCR de Santa Fe gobierna veintiuna de las veinticuatro ciudades administradas por el Frente -incluida la Ciudad Capital- y tiene a su cargo ciento cuarenta y una Comunas de esa Provincia.
Por cierto, este análisis debe reconocer la existencia de matices. Sin perjuicio de la necesidad de no renunciar a la pelea democrática, es necesario aceptar que no tuvimos en el Senado un resultado como el que esperábamos y, del mismo modo, debemos reconocer desajustes en la instrumentación de los acuerdos en algunos distritos, como por ejemplo Tierra del Fuego.
Sin perjuicio de ello, si el análisis se realiza desde una mirada democrática, institucional y federal, alejada de las perspectivas siempre auto referenciales de los “cuentapropistas” de la política que defienden proyectos biográficos y no políticos, es posible concluir que, de acuerdo a los resultados de las PASO, los cuatro objetivos estratégicos establecidos por la conducción nacional del partido están en vías de ser cumplidos. La UCR es parte de la coalición electoral que disputa el balotaje en la Argentina, evitando de esa manera la continuidad del Régimen; crece en todo el país, de manera considerable, el número de gobiernos provinciales y municipales administrados por la UCR; el Radicalismo asegura su condición de primera fuerza no peronista en la Cámara de Diputados y, por último, se consolida el surgimiento de nuevos liderazgos con responsabilidades legislativas y ejecutivas como lo atestiguan las listas electorales del partido en todo el territorio.
Es posible entonces decir como, en su momento Secretario General de la ONU, el sueco Daj Hjalmer Hammarskjöld al referirse a las Naciones Unidas, que el Radicalismo construyó la coalición Cambiemos no para traer el Paraíso a la Tierra sino para evitar el Infierno.