No es posible admitir que 200 ò 300 familias de Buenos Aires puedan mantener en efervescencia y en espíritu de rebeldía, perturbando a 19 millones de habitantes que quieren vivir en paz y en un ambiente de seguridad”…” es el mismo conglomerado social de 1945 1946, al que el gobierno venció en las elecciones del 24 de febrero”. Así declaraba el ministro del interior de Juan D. Perón, Oscar Albrieu, luego de la marcha y del bombardeo de 1955. Autores como Jorge Abelardo Ramos estiman que las maniobras de distensión que el líder intentó luego de llegar al “cinco por uno”, no alcanzaron para evitar el golpe de Estado.
Un ministro del interior, más cercano y recordado, Carlos Corach, defendía en plena puja por la re reelección de Carlos Menem, tres decisiones de la Corte Suprema de Justicia: las condenas contra la actriz Gabriela Acher y el canal 13 de televisión; contra el director de la revista “Humor”, Tomás Sanz, y la prolongación indefinida del juicio que el mismo había iniciado contra Horacio Verbitsky, de tramitación irregular en la Corte Suprema, donde desaparecieron sin explicación dos cuerpos del expediente.
Los contextos son diferentes, los actores son otros, pero la lógica del peronismo en retirada sigue siendo calcada: la huida hacia delante, la imposición de medidas intolerables, facciosas y lesivas del orden institucional.
En las actuales circunstancias, el peronismo arropado como Frente para la Victoria, despliega a fondo todo su poder para llegar al año 2015 con esperanza de mantenerse en la cima, con o sin Cristina Fernández de Kirchner como líder. Para lograrlo no vacilará en sitiar a la Corte Suprema de Justicia, aquellas que Perón disciplinó en 1949; Carlos Menem en los ’90 y a los que Néstor Kirchner evitó emular en el año 2003, constituyendo uno de sus logros más indiscutibles de su gobierno. Esa Corte ejemplar, verdadera rara avis en el contexto peronista, hoy es un estorbo y por eso el blanco de toda la reforma que desde la Casa Rosada se ha lanzado como un imperativo sobre los legisladores: democratizar la justicia es tener una Corte “sensible” a un desleído proyecto nacional y popular.
La “democracia del 54 por ciento” no vacila en emprender reformas inconstitucionales – que sufrirán el mismo camino que la ley de medios – sin escuchar ni dejar participar a la ciudadanía y a sus representantes. Sólo el CELS, comandado por el mencionado Verbitsky, logró una gracia real para que se hicieran modificaciones. Sólo alguien de la Corte cristinista tuvo ese privilegio. El resto asiente y obedece, los senadores por la presión sobre los gobernadores y los diputados por temor reverencial. En definitiva todos por temor, muy pocos por convicción. Salvo el caso de Neuquén, en donde el gobernador Sapag pretende algo a cambio de sus tres votos en la cámara baja. Sin embargo, no pareciera que otro Sapag vaya a hacerle a la presidente lo que le hiciera a Raúl Alfonsín con la sonada y fracasada Ley Mucci.
La fuga hacia delante incluye mantener un sistema de parches económicos, junto con una campaña permanente para mantener la iniciativa: tarjetas de crédito para comprar en los supermercados – un grupo concentrado como la mayoría de los que dominan la economía desde el menemismo – acuerdos de precios que se violan al día siguiente de ser anunciados, dilación de las paritarias y otros pitucones a la pérdida de reservas que ya suman 5000 millones desde que comenzaron las restricciones en noviembre del 2011. Las condiciones de inversión y la posibilidad de ahorrar están dando paso a la creciente demanda de dólares en el mercado ilegal de divisas. Mientras la brecha entre las cotizaciones oficial y paralela no disminuya, ningún ingreso de dólares por la campaña agrícola próxima a liquidarse, podrá frenar la tendencia. Para esta tendencia no hay medidas correctivas en el horizonte.
La atropellada hacia el futuro, emprendida por este modelo de peronismo, implica que no hay espacio para otra cosa que no sea mantenerse en el poder. Han aprendido del menemismo que el llano es duro por más recaudos que se tomen. Eso sí, el kirchnerismo se ha curado en salud y en efectivo, pero sabe que, tarde o temprano, a la vuelta de la calesita hay gente esperando con gruesas facturas y una sociedad que no perdonará sus atropellos y desplantes. Claro que para esta cepa del peronismo habrá una vacuna y entonces será el momento de que ese partido se transforme para suceder en forma de Scioli o de Massa, o de quien sea, al fenecido proyecto k.
Como sobre el final del menemismo desde algunos medios se denuncian – con visos de realidad – actos de corrupción escandalosos asestando un duro golpe al gobierno. El silencio oficial también es conmovedor: Impacta saber que desde Puerto Madero – ese símbolo del menemismo – se ha manejado la maquinaria de corrupción y es el lugar preferido de los funcionarios K para comprar propiedades. Al revés que Dilma Rousseff, los funcionarios de este gobierno son protegidos y, si llegan a tribunales, nuestra “justicia corporativa y liberal” no alcanza a condenarlos.
Sin duda alguna que las luces de alarma se han encendido con la elección de Nicolás Maduro en Venezuela. El empate virtual que coloca al régimen populista de ese país lejos del apoyo amplio que ostenta desde hace años, muestra los problemas de la sucesión.
La presidente está aislada, con su base en agrupaciones de jóvenes que se han diseminado por todo el aparato del Estado como termitas, con la única condición de ser fieles; con nostálgicos setentistas que olvidaron que Perón subestimaba a Héctor Cámpora, tanto como a quienes apañó el odontólogo; algunos movimiento sociales; algunos sindicalistas compañeros de José Pedraza, recientemente condenado por el asesinato del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreira; la billetera algo deteriorada pero efectiva; medios estatales y “amigos”; y con el infaltable miedo. También cuenta con una buena imagen positiva que se va limando conforme pasa el tiempo y avanza el malestar.
Con este panorama, las elecciones de octubre serán una derrota política segura del oficialismo. No habrá, entonces, condiciones para la eternización de la presidente. Sin embargo, ¿Ganará el peronismo? ¿Podrá la oposición no peronista capitalizar el descontento? ¿Cómo se sale del círculo gatopardista? Esa es una respuesta que muchos están esperando.
Publicado en www.escenariosalternativos.org